Jesús de Nazaret

Angel García-Zamorano. msc
Guatemala, 5 noviembre 2023

¿Qué significa para el P. Chevalier “Corazón de Jesús”? ¿Qué quería expresar cuando hablaba de él? Para entender estas preguntas y darles una respuesta adecuada es necesario tener en cuenta la situación político-religiosa de Francia en el s. XIX y comienzos del s. XX, cuando vivió el P. Chevalier. La forma cómo comprendió los “signos de su tiempo”, nos llevan a entender su espiritualidad y la forma cómo quiso transmitirla a las Congregaciones por él fundadas.

Este “status quaestionis”, lleva a preguntarnos: ¿Cómo propondría hoy el P. Julio Chevalier la persona de Jesús de Nazaret? ¿Cuáles serían las características particulares en que le presentaría? Las páginas siguientes, pueden ayudarnos a contestarlas y, de esta forma, a comprender mejor su carisma y espiritualidad.

1)   Situación socio-política de Francia en el s. XIX 1Los datos de la historia de Francia, han sido tomados de diversos artículos de internet.

La vida del P. Chevalier transcurrió comenzado el s. XIX y primeros años del s. XX (1824-1907). ¿Cuál era la situación socio-política de Francia en aquel entonces? En unas cuántas líneas no se puede exponer una situación tan complicada y difícil como la de entonces. Pero los datos que voy a referir, pueden darnos una idea, aunque sea muy vaga, de lo que entonces se vivió y cómo se vivió para entender mejor sus consecuencias, no solo en el orden socio-político, sino también en el orden eclesial y religioso.

Francia, como gran parte de Europa, experimentó en el s. XIX un cambio de rumbo en el devenir de su historia. Se pasó del Antiguo Régimen basado en la monarquía, a un mundo moderno: el de la democracia, que sigue siendo el sistema político característico de nuestras sociedades en el s. XXI.

Podríamos llamar al s. XIX, el siglo de las revoluciones en Francia. Revoluciones que trajeron, entre dolor y guerras, grandes cambios que lograron transformar profundamente la manera de pensar de las personas, síntoma inequívoco que marca el nacimiento de una nueva época en el mundo occidental. La primera fue en 1789,

que marca el inicio de nuestra sociedad moderna. Las bases elementales de convivencia que ahora funcionan en las democracias occidentales, fueron planteadas por primera vez en aquel momento. El 14 de julio, en la ciudad de París, estalló la revolución contra el Antiguo Régimen. Allí y entonces comenzaron a producirse una serie de cambios profundos en la organización de la sociedad, en los sistemas políticos y en la economía e industria que nos han conducido al modelo de sociedad que tenemos. Una nueva revolución estalló en 1830, intentando restaurar el Antiguo Régimen.

En 1848, se generalizaron de nuevo las revoluciones, pero esta vez orientadas a defender el derecho al trabajo y los intereses de las clases trabajadoras. Se estaba creando la nueva sociedad moderna, con sus intereses centrados en la fe en el hombre y en el progreso. Era lo que algunos llamaron “socialismo romántico”, la infancia y juventud del socialismo del s. XX.

Una nueva forma de monarquía estaba a punto de aparecer, algo que parecía contradecir con su reciente derrocamiento. El nuevo monarca, no ya rey sino Emperador, Napoleón I (1804-1814), fue proclamado gracias a sus méritos y no por su linaje. Su coronación fue refrendada, apoyada, por un plebiscito popular y llevada a cabo por el mismo Papa, curiosa mezcla de poder divino y popular. El Papa Pío VII fue quien ofició la coronación de Napoleón en Notre Dame de París el domingo 2 de diciembre de 1804. Se respetaban los derechos conseguidos para el pueblo en la Revolución, pero quedaban controlados por la férrea mano de la autoridad imperial.

Napoleón soñaba con una gran Francia “libre” extendida por toda Europa. En cambio, fue la pesadilla de las guerras la que sumió al continente en una gran crisis que terminó por restaurar la monarquía abolida en 1789 como única autoridad capaz de estar a bien con las potencias extranjeras. Desde ese momento hasta la instauración de lo que se llamó la 3ª. República en 1870, la historia de Francia fue realmente convulsa, viviendo en la continua contradicción propia de la MODERNIDAD que estaba llegando. La sucesión de reyes y líderes muestra con claridad este carácter convulsivo y torturado que trajo la nueva época moderna.

En este contexto socio-político, cambiante y convulsivo, vivió el Julio Chevalier.

2)   Situación religioso-eclesial de Francia en el s. XIX

En la Francia posterior a la Revolución Francesa, el catolicismo quedó de algún modo asociado a la monarquía, al absolutismo, al Ancien Régime. No se concebía que un católico pudiera ser “liberal” en lo político y seguir siendo verdaderamente católico.

Como lo explica un teólogo contemporáneo, Martin Rhonheimer: “A partir de la Revolución francesa, en el análisis que realizaba de la cultura política moderna de impronta liberal-constitucionalista y democrática, a la Iglesia le costaba distinguir —y es comprensible que así ocurriese— entre lo irrenunciable desde el punto de vista de la fe y lo históricamente contingente2Cf. Diego Serrano Redonnet, El liberalismo católico en Francia en el S. XIX y sus desafíos, internet 14.11.12.. La Iglesia, como organización temporal, había vivido aliada a las monarquías absolutas europeas.

Esas dificultades e incomprensión se producían no sólo porque la Iglesia católica, sobre todo en Francia, estaba ligada a una mentalidad afín al absolutismo monárquico moderno y al estado confesional, sino también porque su oponente —el laicismo decimonónico— identificaba la actitud política a favor de la libertad y el constitucionalismo con una posición religiosa antdogmática, anticlerical y subjetivista.

El contexto en el que enfrenta sus desafíos el liberalismo católico es el de una doble amenaza:

  1. Por un lado, la amenaza del liberalismo “laicista”, que era aquel grupo influyente de liberales que querían eliminar totalmente la presencia e influjo de la Iglesia católica en lo social a través de diversas medidas como la confiscación de bienes eclesiásticos, la expulsión de los religiosos y la prohibición de las órdenes religiosas, el monopolio de la enseñanza escolar y universitaria, así como de la actividad asistencial.
  2. Por otro, la actitud de incomprensión de ciertos sectores de la Iglesia hacia las libertades llamadas “modernas” —tales como la libertad de culto y de conciencia, la libertad de cátedra y enseñanza, la libertad de prensa, entre otras— y hacia el “liberalismo político” (participación de los ciudadanos en el gobierno, régimen parlamentario, sufragio, limitaciones al poder). Estos sectores han recibido distintas denominaciones: integristas, intransigentes, tradicionalistas o “ultramontanos” (porque miraban en todo a Roma que, en Francia, se encuentra más allá de las montañas alpinas).

Uno de los grandes interrogantes era, entonces, si un católico debía oponerse a las libertades políticas, de prensa, de culto y de enseñanza. Lo que estaba en cuestión era si estas libertades modernas eran un mal en sí o podían incluso ser, a la postre, beneficiosas para la propia Iglesia católica.

En Francia, años de alianza entre el trono y el altar bajo el Ancien Régime, sumados a los excesos anticatólicos de la Revolución Francesa, habían llevado a una incomprensión —y en muchos casos enemistad— de muchos católicos por las ideas republicanas y las libertades modernas. Muchos católicos añoraban un retorno nostálgico a las épocas del absolutismo monárquico, que consideraban de derecho divino.

R. Lamennais (1782-1854), Sacerdote, junto con otros que tenían las mismas ideas (Lacordaire, Montalambert), fue uno de los principales exponentes del catolicismo liberal. Cultiva el entusiasmo por las ideas liberales que intentaba combinar con el catolicismo romano. Se integra a la redacción del periódico L´Avenir (El Futuro) cuya divisa era “Dios y la libertad”. Defendía los principios democráticos y la separación de la Iglesia y el Estado. Esta publicación va a ser, a partir de 1830, uno de los instrumentos de difusión del pensamiento liberal católico. Fue condenado por el Vaticano en 1832 por sus ideas.

El periódico reivindicaba la defensa de la libertad religiosa y la separación de la Iglesia y el Estado, la libertad de enseñanza, la libertad de prensa y de opinión, así como el principio electivo para la selección de los gobernantes. Unía las aspiraciones liberales a un catolicismo propio de la era romántica.

La principal causa de L´Avenir era la defensa de la libertad de la Iglesia Católica en Francia y su independencia total del gobierno. El Concordato firmado por Napoleón (que tenía una política antirreligiosa) y Pío VII, había dejado a la Iglesia en Francia demasiado sometida al gobierno en cuanto al nombramiento de obispos y pago de sus salarios, con lo que la Iglesia estaba sujeta muy a menudo a los vaivenes políticos. El periódico defendía con vehemencia la separación de la Iglesia del Estado francés, aunque —a la par— abogaba por una sumisión directa de ésta al Papa.

El periódico también defendía la libertad de cultos, de prensa, de asociación y la libertad de enseñanza.

A fines de agosto de 1832, la encíclica Mirari Vos, sin nombrar L´Avenir ni sus redactores en concreto, condena varias de las ideas defendidas por la publicación. En dicha encíclica, el Papa Gregorio XVI se refiere a la libertad de conciencia como un “delirio” y un “pestilente error”, y condena la libertad de prensa y aquellos que “con torpes maquinaciones de rebelión se apartan de la fe que deben a los príncipes, queriendo arrancarles la autoridad que poseen” y que “intentan separar la Iglesia y el Estado y romper la mutua concordia del sacerdocio con el imperio”.

Años más tarde de estos episodios, el Padre Lacordaire comienza a desarrollar una intensa actividad como predicador y conferencista, para luego hacer un viaje de estudios a Roma. Allí tiene la idea de restaurar la orden de los dominicos en Francia, suprimida por la Revolución. La vocación de predicación y enseñanza de la orden, sumada a su flexibilidad y a su forma de gobierno, participativa y electiva, le atraen. En 1839 toma el hábito dominico y vuelve a Francia, donde todavía era ilegal portar ese hábito, predicando con gran éxito en la catedral de Notre Dame de París. Funda varios conventos y casi diez años más tarde es elegido provincial de la nueva provincia dominica francesa.

El conde de Montalembert nació en una familia noble, mientras su padre —casado con una escocesa— estaba exilado en Inglaterra en la época del Terror. Por su familia tenía una red importante de contactos en los medios aristocráticos y en los salones parisinos. Como todo “romántico” de su generación, soñaba con altos ideales: servir a Dios y a la libertad.

Asimismo, promueve la creación de un “partido católico” que uniera a los católicos franceses en apoyo de la libertad de la Iglesia y de la libre enseñanza. Esa acción consigue ciertos triunfos legislativos para los candidatos más favorables a la libertad de enseñanza y contrarios al monopolio oficial educativo. A la larga contribuirá a la sanción de la llamada ley Falloux, en 1850, en la cual Montalembert colaboró activamente, que reconoció la libertad de enseñanza y eliminó la prohibición de enseñar para las congregaciones religiosas.

Junto con otros opositores relanza una revista, le Correspondant, que toma las banderas liberal-católicas con la divisa “Libertad civil y religiosa para todo el universo”, mientras que otro grupo de católicos —más integristas—, con Veuillot a la cabeza, los atacan desde las páginas de l´Univers.

También en estos años, escribe Montalembert un célebre opúsculo titulado De los intereses católicos en el siglo XIX. Allí afirma que el absolutismo es “de todos los gobiernos el que siempre ha expuesto a la Iglesia a los mayores peligros”. Defiende que sin libertad de acción no habrá salvaguarda de los intereses católicos, pero que la Iglesia no puede gozar de esta libertad si no se concede a todos. Citemos un párrafo memorable de esta obra:

Bajo un gobierno liberal, la Iglesia no domina en el orden político y esta dominación no está dentro de sus deseos ni de sus intereses, si bien tiene algo que vale mil veces más que el poder: derechos. Los católicos no son los amos: se ven obligados a contar con mucha gente, pero en cambio se cuenta con ellos y, lo que es mil veces mejor, aprenden a contar un poco consigo mismos. A la larga, como lo que reclaman es legítimo y al mismo tiempo sensato, terminan por triunfar. Mas hay que saber discutir, razonar, combatir, esperar, hacer uso, a un tiempo, de coraje y de paciencia, enfrentarse a temibles adversarios”.

No podemos seguir todo el derrotero de las relaciones entre el liberalismo francés y el catolicismo. Sólo queremos destacar algunos jalones de este itinerario para llegar a nuestros días.

León XIII, quien sucede a Pío IX, adopta posturas más matizadas en torno al liberalismo político. Si bien no deja de atacar las raíces filosóficas naturalistas y racionalistas de ciertos tipos de liberalismo en su encíclica Libertas praestantissimum (1888), León XIII se convence de modo definitivo de que los católicos franceses, en gran parte monárquicos y hostiles a la república, deben adherirse al régimen republicano —a la Tercera República Francesa— para luchar contra el anti-clericalismo desde adentro.

A ellos les dirige, un año después de Rerum Novarum, en 1892, la encíclica Au milieu des solicitudes, donde propone el famoso “ralliement”, es decir, la “adhesión” de los católicos al régimen republicano de la Tercera República instaurado en 1868. A partir de allí, los católicos franceses encuentran muchos canales para participar en la vida democrática de Francia a través de varios partidos y movimientos políticos. Así surge, muchos años más tarde, la “democracia cristiana”, no sólo en Francia sino en otros países europeos.

Pío XII, a finales de la Segunda Guerra Mundial, da un paso decisivo, y en su famoso radiomensaje de Navidad de 1944 —Benignitas et Humanitas— acepta con decisión a la democracia como camino a la reconstrucción de Europa devastada por la guerra. Luego, como sabemos, en el Concilio Vaticano II la Iglesia da un gran paso en el diálogo con el mundo moderno. Juan XXIII publica la Pacem in terris en que abraza de corazón la causa de los derechos del hombre. Juan Pablo II, en Centessimus annus, hace —finalmente— una clara opción por los regímenes democráticos de gobierno, la división de poderes y la defensa de los derechos humanos que se prolonga hasta nuestros días.

Los hombres cuya historia recorrimos vivieron una época difícil para su fe y sus convicciones políticas. Defendieron ideales que, a los ojos de algunos de sus contemporáneos, parecían contradictorios o incluso heréticos.

La defensa de la libertad religiosa, de la libertad de prensa y de opinión, parecen hoy conquistas constitucionales indiscutibles. El ideal de una “Iglesia libre en un Estado libre”, sobrevive y mantiene siempre su vigencia. Agradezcamos a estos precursores, a Lacordaire, Montalembert, Dupanloup y también a Lamennais, por haber abierto el camino —dentro del catolicismo— a estos temas.

Estos datos que hemos recordado, nos hacen comprender que el s. XIX fue una época convulsiva y de cambios drásticos en Francia, tanto en lo político como en lo religioso. Suponía el paso a una forma nueva de comprender la Iglesia y el catolicismo, que chocaba con las viejas ideas del absolutismo y la unidad de la Iglesia con el Estado.

En esta época vivió el P. Chevalier que, como a todos los católicos de ese tiempo, le costaba entender cómo ser cristiano en una nueva situación política y anhelaban el antiguo régimen por considerar que la nueva situación provocaba la secularización y el alejamiento de los valores cristianos.

3)   Jansenismo

Otro aspecto a tener en cuenta para entender correctamente la vida y espíritu del P. Chevalier, es el Jansenismo.

Durante el s. XIX, en el interior de la Iglesia estaba muy difundida la teología jansenista. El jansenismo fue un movimiento religioso iniciado por el teólogo y obispo Cornelio Jansenio (1585-1638), que gozó de cierta popularidad en Europa durante los siglos XVII y posteriores. Fue condenado como herético por la Iglesia Católica debido a sus tesis sobre la salvación, que en último término negaban el concurso de la libertad humana.

El jansenismo fue un movimiento puritano, enfatiza el pecado original, la depravación humana, la necesidad de la gracia divina que salvará solo a aquellos a quienes les fue concedida desde su nacimiento y la creencia en la predestinación sin libre albedrío. Generalmente, el jansenismo es considerado como sinónimo de intransigencia. Ponían tales condiciones para la confesión y comunión que prácticamente alejaban a los fieles de estos sacramentos e incluso a las comunidades religiosas.

P. Quesnel (1634-1719), fue un sacerdote y teólogo jansenista francés, excomulgado y condenado por Clemente XI. Con la publicación de sus Réflexions morales logró ganarse las simpatías y apoyos del alto clero. Las disputas teológicas se multiplicaron y el ambiente se caldeó hasta el punto de que los obispos franceses pidieron una nueva intervención pontificia.

En esta ocasión, el papa Clemente XI con la Constitución Unigenitus Dei Filius (1713), dio una condena formal a 101 proposiciones contenidas en los escritos de Quesnel. Entonces, el movimiento jansenista (ya sin posibilidad de evadir la condena como habían hecho sus seguidores anteriormente por medio de múltiples interpretaciones de los textos pontificios) apeló a un concilio y, por esto, sus partidarios fueron llamados “apelantes”. Clemente XI los excomulgó a través de la bula Pastoralis officii (1718).

Después de estas condenas, el movimiento se fue extinguiendo poco a poco, sea por la separación de sus miembros (que crearon nuevas sectas como los convulsionarios o los figuristas), sea por la influencia de la Ilustración.

4)   La devoción al Sagrado Corazón

En este contexto político-eclesial y religioso, nació la devoción al Sagrado Corazón, como se entiende hoy. Es una forma de representar, invocar y adorar el Amor con el que Cristo ama a Su Padre y a todos nosotros.

La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, cuando se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. De ese Corazón nació la Iglesia. En el s. XI, tuvo un nuevo resurgir, cuando los cristianos piadosos meditaban sobre sus cinco llagas.

Tal como se conoce hoy, comenzó en el siglo XVII cuando Jesús se apareció varias veces a Santa Margarita María Alacoque, quien comenzó a informar que tenía visiones de Jesús.

En aquel tiempo, crecieron entre los fieles las oraciones al Sagrado Corazón, a la llaga del costado de Jesús, entre otras devociones privadas. Todas ayudaron a los cristianos a enfocarse en su Pasión y Muerte, de tal manera que lograran crecer en el amor hacia Él.

Al año siguiente, en junio o julio de 1674, Margarita María informó que Jesús quería ser honrado bajo la figura de su corazón de carne. Pidió a los fieles que lo recibieran con frecuencia en la Eucaristía, especialmente el primer viernes de cada mes, y que practicaran una hora santa devocional.

En 1675, durante la octava al Corpus Christi, Margarita María tuvo una visión que posteriormente se conoció como la “gran aparición”.

En ella, Jesús pidió que la fiesta del Sagrado Corazón sea celebrada cada año el viernes siguiente al Corpus Christi, en reparación por la ingratitud de los hombres hacia su sacrificio redentor en la cruz.

El 16 de junio de 1675, se le apareció Nuestro Señor y le mostró su Corazón de quien escuchó a Nuestro Señor decir: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor.” Con estas palabras, Nuestro Señor mismo nos dice en qué consiste la devoción a su Sagrado Corazón.

El Sagrado Corazón de Jesús es un símbolo del amor de Jesucristo por la humanidad. La devoción al Sagrado Corazón puede ser definida como una devoción al Corazón adorable de Jesús en cuanto él representa y recuerda su amor. O lo que equivale a lo mismo, se trata de la devoción al amor de Jesucristo en cuanto que ese amor es recordado y simbólicamente representado por su corazón de carne. La devoción en sí está dirigida a la persona de Nuestro Señor Jesucristo y a su amor no correspondido, representado por su Corazón.

Francia vivió una historia convulsa a partir de la Revolución de 1789. Se acrecentó cuando subieron al poder los Republicanos en 1879, que ocasionaron grandes dificultades para la Iglesia. Entre ellos había personas que intentaban aniquilar la religión y su objetivo era organizar la humanidad sin Dios.

Teniendo esto en cuenta y las consecuencias que tuvo en la Iglesia de entonces, se comprende que la devoción al Sagrado Corazón se presentara como el gran medio para devolver la estabilidad en la Iglesia y que esta devoción se propagara con rapidez por medio de personas muy connotadas en aquel entonces.

El Papa Pío XII escribió una Encíclica sobre el Sagrado Corazón, Haurietes aquas (1956). A lo largo de la historia ha habido diversas inculturaciones de esta devoción, con diversas formas y lenguajes, pero siempre para que el Padre nos revelara en toda su profundidad el misterio de su Amor a través de un símbolo privilegiado: el corazón vivo de su Hijo resucitado. Pues “el Corazón de Cristo, es el centro de la misericordia”, dice Francisco3Ángelus, 9 junio 2013..

En la devoción al Sagrado Corazón, tuvieron gran influencia los Jesuitas. El Padre Claude de la Colombière, dará a conocer el mensaje que el Resucitado le reveló sobre la profundidad de su misericordia. Santa Margarita, tuvo una visión en la que, el Señor confiaba a las Hermanas de la Visitación y a los Padres de la Compañía de Jesús la tarea de transmitir a todos la experiencia y la comprensión del misterio del Sagrado Corazón.

El P. Pedro Arrupe veía la esencia de la devoción al Corazón de Cristo en la unidad del amor a Dios y al prójimo, y es lo que deseaba vivir: “Señor: meditando he descubierto que el ideal de «nuestro modo de proceder» es el modo de proceder tuyo. Por eso fijo mis ojos en Ti, los ojos de la fe, para contemplar tu figura tal cual aparece en el Evangelio”.4Oración del Padre Pedro Arrupe SJ, Roma, enero 18 de 1979. Conviene fijarse en que el P. Arrupe, lo que quiere poner de manifiesto es a Jesús del Evangelio.

5)   Espiritualidad Cristocéntrica del P. Chevalier

El P. Chevalier, fue más que un hombre de acción. El P. Cuskelly le identifica como hombre de “reciedumbre espiritual”.5 Julio Chevalier. Un hombre con una misión. Ed. Acervo, Barcelona 1975, pág.113.¿Qué quiere indicar con estas palabras? Primero, que era una persona de una gran profundidad de fe, que le daba el convencimiento de que, pasara lo que pasara, Dios estaría con él. Y segundo, la sosegada confianza de que estaba destinado a una misión especial dentro de la Iglesia.

La vida del P. Chevalier transcurrió en una época en que el liberalismo de las revoluciones francesas y el cambio de época que significaron, afectaron profundamente a la Iglesia y la vida cristiana de aquel entonces. Ante esta realidad que se consideraba como pérdida de los valores cristianos por el olvido que implicaba de Jesucristo y su mensaje, se vio en la devoción al Sagrado Corazón el gran medio para volver al fervor perdido e impulsar la evangelización. Esta es la gran constante que aparece en las obras del P. Chevalier y que nos invita no a regresar a la devoción y prácticas relacionadas con el Corazón de Jesús, sino con la persona de Jesucristo, hacia quien la descristianización del mundo moderno parecía olvidar.

Conviene recordar que la vida cristiana y su espiritualidad, no puede fundamentarse en fórmulas y devociones, en los ‘enuntiabilia’ (en este caso, la Devoción al Sagrado Corazón), que tienen una función instrumental, sino que ha de aspirar a la ‘res’, que es la que suscita y finalmente resuelve dichas expresiones, según la clara afirmación de Sto. Tomás de Aquino: “actus autem credentis non terminatur ad enuntiabile, sed ad rem; non enim formamus enuntiabilia nisi ut per ea de rebus congnitionem habeamus, sicut in scientia, ita in fide” (Summa Theologiae, II-II, q. 1, a. 2 ad 2m.).

Aplicando este principio a nuestro caso, podemos decir que cuando hablamos del Corazón de Jesús no nos referimos a una devoción, sino adonde este enunciado nos lleva, a Jesús de Nazaret. Formulamos enunciados para que, por medio de ellos, tengamos conocimiento de la realidad completa. Por eso, no podemos quedarnos con la formulación de “la devoción al Corazón de Jesús” o “espiritualidad del Corazón”, sino en la persona de Jesús, que “amó con corazón de hombre”, como dice el Concilio (GS 22b), y nos impulse a vivir con su estilo de vida, a empaparnos de sus sentimientos, vivirlos y a comunicar su persona a los otros.

Esto lo tenía muy claro el P. Chevalier. En el libro Escuela del Sagrado Corazón, escribe: “Jesucristo es el principio y fin de todas las cosas (Ap 1,8), el camino la verdad y la vida (Jn 14,6): el camino que debemos seguir, la verdad que debemos creer, la vida que nos anima ahora y aquí, en la que esperamos de cara a la eternidad. Por eso tiene el derecho de hacer que su voz sea escuchada y de enseñarnos su doctrina. Pero, ¿de dónde proceden sus enseñanzas? De su corazón. Porque él mismo aseguró que “Todo lo bueno que un hombre produce, lo extrae del tesoro de su corazón” (Lc 6,45). Y lo que es verdadero en cada persona humana, es verdadero también en Nuestro Señor, el Hombre-Dios. Por lo tanto, las enseñanzas de Jesucristo, son las enseñanzas de su Corazón, será nuestro Maestro, nuestro Formador. Nos convertiremos en discípulos suyos. Nos invita a ello al decirnos: Aprended de Mí” (Mt 11,19). Respondamos a su llamada, su escuela está abierta para todos los hombres de buena voluntad”. 6Citado en Florilegio Chevalier. Misioneros del Sdo. Corazón. España, 1994, pág. 88.

Por consiguiente, la Espiritualidad del Corazón ha de partir del conocimiento y seguimiento de Jesús de Nazaret y de hacer posible que su estilo de vida se refleje en el nuestro.

Lo recuerda el Papa Francisco en el Discurso a los participantes en el último Capítulo General7Octubre 2023.: “Conocer el Corazón de Jesús a través del Evangelio, es decir, meditando su vida. Es ahí en efecto, donde Él sigue haciéndose nuestro compañero de viaje. Al P. Chevalier le gustaba definir el Evangelio como el libro “del Sagrado Corazón”, invitando a todos a contemplar en él la caridad con la que el Salvador se dejó tocar por todas las pobrezas, feliz de derramar la ternura y la compasión de su Corazón sobre los pequeños y los pobres, los que sufren, los pecadores y todas las miserias de la humanidad”.

El P. Hans Kwakman, msc, miembro del Equipo Internacional “Cor Novum” en Issoudun (Francia), recogiendo el pensamiento del P. Chevalier, dice: “Usaba como principio rector que el conocimiento de Jesús llevaría al amor de Jesús, y que el amor a Jesús llevaría a un cambio del corazón, y que un cambio del corazón llevaría a un cambio de la sociedad. El conocimiento de Jesús comienza mirando a Jesús en los Evangelios”… Presentando los hechos del Evangelio, (el P. Chevalier), mostraba cómo Jesús se preocupa de los enfermos y de los pobres. Hablaba con entusiasmo del interés de Jesús por la mujer pecadora y por la mujer cogida en adulterio, su preocupación por Jairo, oficial de la sinagoga, cuya hija había muerto, y por la viuda de Naím de camino a enterrar a su único hijo”. 8El Carisma de Julio Chevalier y la Identidad de la Familia Chevalier, Santo Domingo, República Dominicana, 2012, pág. 43.

Como afirman los amigos del P. Chevalier, queriendo dejar testimonio de su vida, “era un hombre normal con talentos normales. Sin embargo, dejándose atrapar por el entusiasmo y pasión por Jesús, llegó a ser un gigante espiritual. Esta pasión la alimentó durante toda su vida”.9P. Hans Kwakman, op. cit. pág. 39.

Por consiguiente, la Espiritualidad del Corazón, no es cuestión de fórmulas piadosas ni de prácticas religiosas que alimentan no la verdadera espiritualidad sino cierta sensibilidad religiosa engañosa porque tranquilizan a la persona, pero no la cambian. El amor de Dios a la humanidad, simbolizado en su corazón, tiene que llevarnos a ser entusiastas de la persona de Jesucristo, a vivir como él vivió y hacer lo que él hizo.

En el ambiente de descristianización que se vivió en Francia en el s. XIX, no es de extrañar que se viera en la vuelta a Jesús de Nazaret, el remedio para los males de la época que nos lleve a una “forma determinada de seguirle, de servirle, en la persona de los demás: como misioneros de su amor, en caridad y amabilidad”.10ibd., pág 147.

Los males de la época en que el P. Chevalier vivió, como él mismo dice, eran “la indiferencia y el egoísmo”. A estos males de la sociedad, añadía el liberalismo católico, el jansenismo y racionalismo. En el amor de Jesús, simbolizado en su corazón, que se entrega por nosotros, vio “la mayor señal, la mayor revelación de un gran corazón en su entrega total, el olvido de sí mismo, el padecer y morir por aquellos a los que ama”.

El egoísmo e indiferencia hacia Dios y los derechos del hombre, tiene hoy distintas manifestaciones. Todos sabemos dónde buscarlas: secularización, materialismo, migrantes, desigualdad social, etc.. Vivimos en otros tiempos y estos “ismos” han cambiado. El P. Chevalier los vio “como afectando a personas concretas, dando valores falsos que conducían a un olvido de Cristo y de su amor, conduciendo al rigorismo y a la infelicidad. Detrás de estos sistemas veía ‘almas muy amadas de Cristo’”.11Cuskelly, op.cit., 126.

El gran reto que ahora se nos presenta, es cómo la Espiritualidad del Corazón de Jesús nos lleva no a multiplicar actos piadosos, sino a aliviar el sufrimiento humano movidos por el amor a Jesucristo. El P. Chevalier, “a los católicos liberales les reprocha que sean arrogantes, esclavos del Estado, y de moverse por un espíritu de división. En oposición a estos vicios del corazón, contrapone las virtudes del Sagrado Corazón: humildad, obediencia, firmeza y compromiso por la unidad”. “Los liberales católicos, afirma, se han alejado de su centro, que es Dios. Y Jesús, el Sagrado Corazón, mediante la Encarnación, ‘los hace volver de nuevo a su centro’ ”.12H. Kwakman, op.cit., 75.

En la Audiencia del Papa a los Capitulares el pasado 2 de octubre, dice: “Dejad que Él ame a través de vosotros y manifieste su misericordia mediante vuestra bondad… El estilo de Dios puede resumirse en tres palabras: cercanía, compasión y ternura. Dios es así: compasivo, cercano, tierno. Sé así con los demás”.

Lo más propio y característico de Jesús no es el culto que le tributamos ni determinados aspectos de su vida, como puede ser su muerte, la resurrección o el kerigma, esto puede dar lugar a una comprensión de Jesús parcial e individualista, sino la forma cómo le seguimos.

Para evitar la abstracción y la posibilidad de manipulación del acontecimiento de Cristo, para evitar una imagen de Jesús que se vive al margen de la praxis y conectarse con Jesús al margen de la historia, es necesaria la comprensión del Jesús histórico. Fijarnos en aspectos parciales de Jesús, como es su corazón, olvidando cómo fue su vida concreta, puede conducir a ser muy ortodoxos, olvidando la ortopraxis, el culto frente a la vida. A Jesús solo llegamos desde el seguimiento de su vida y de su causa: transformar la realidad y hacer posible el Reino.

El Papa Francisco, en la visita que hizo a Marsella (Francia)1320-23 septiembre 2023., pedía al clero diocesano en su primer discurso, aprender a tener la mirada de Jesús, llena de ternura para sentir compasión como él sentía y para mostrar “el rostro de Nuestro Señor a través de nuestras mansedumbre, amabilidad y hospitalidad… Que los heridos de la vida encuentren un puerto seguro en vuestra mirada, un aliento en vuestro abrazo, una caricia en vuestras manos, capaces de enjugar las lágrimas”.

6. El P. Chevalier, persona apasionada por Jesús de Nazaret

Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, podemos indicar algunas manifestaciones de la pasión del P. Chevalier por Jesús de Nazaret, expresadas con la mentalidad y lenguaje de su tiempo, caracterizado por la devoción al Sagrado Corazón. Hoy tenemos que actualizar este lenguaje para que el P. Chevalier sea comprendido y valorado.

6.1.   La persona de Jesús, centro de la vida del P. Chevalier

La devoción al Sdo. Corazón en el P. Julio Chevalier no era una simple práctica religiosa que entonces estaba de moda, sino el esfuerzo de reproducir en sí mismo las actitudes de Jesús. En otras palabras, el deseo de un seguimiento fiel de la persona de Jesús tal como aparece en el Evangelio. Así lo expresa en su obra El Sagrado Corazón de Jesús: Decir el Corazón de Jesús es decir el Jesús total”, como ya he indicado.14Florilegio Chevalier, op.cit., pág 214.

Y en la introducción a su obra “Escuela del Sagrado Corazón”, leemos: “Jesucristo es el principio y fin de todas las cosas (Apoc. 1,8), el camino, la verdad y la vida (Jn.13,6) el camino que debemos seguir, la verdad que debemos creer, la vida que nos anima ahora y aquí”. 15Florilegio, op.cit., pág. 88.

Por consiguiente, no es exagerado decir que el P. Chevalier se adelantó para hacernos descubrir la importancia que más tarde tendría en la teología y en la vida cristiana el Jesús histórico o Jesús de Nazaret. Supo distinguir lo esencial de la persona de Jesús de los condicionamientos culturales.

6.2.   El P. Chevalier, persona de gran humanismo

El Concilio Vaticano II se caracterizó por su gran humanismo. Decía Pablo VI en el Discurso de Clausura del Concilio: “Que no se llame nunca inútil una religión como la católica, la cual, en su forma más consciente y más eficaz, como es la conciliar, se declara toda en favor y en servicio del hombre… Nuestro humanismo se hace cristianismo, nuestro cristianismo se hace teocentrismo; tanto que podemos afirmar también: para conocer a Dios es necesario conocer al hombre”.

Este humanismo que también está poniendo de relieve el Papa Francisco con los gestos y palabras que le caracterizan hacia los más desafortunados y excluidos, lo vemos en la preocupación que tenía el P. Chevalier por la humanidad que dejó marcado en su preocupación por “los males de nuestra época”. Tenía una gran preocupación por los males sociales de entonces. Sentía especial interés por los pobres, porque ellos son “los amigos privilegiados del Corazón de Cristo”. Se adelantó a nuestro tiempo al descubrir a “Cristo compasivo” preocupado por la humanidad. Jesús era para él una persona llena de “amor y misericordia”, de una “inmensa compasión”.16Cf. J. Cuskelly, op.cit., pág. 125-127; Florilegio, pág. 292.

6.3.   La misión en el P. Chevalier, consecuencia de su pasión por Jesús

La misión o hacer posible el Reino, fue la chispa que encendió el espíritu y la vida del P. Chevalier. Esta característica, aunque la haya mencionado en tercer lugar, es la primera que le animó y la que deseaba para la Congregación que fundó. La palabra “misión”, la entendía no en sentido restrictivo hacia aquellos que aún no han recibido el Evangelio, o para las Iglesias de otros países, sino en sentido de apostolado o espíritu misionero para llevar “los tesoros de amor y misericordia del Corazón de Jesús”. Su preocupación por la humanidad, se transformó en misión. El interés humano por los demás, el deseo de hacer algo por su bienestar, no se reducía a una preocupación demasiado humana sino para continuar la misión de Cristo, El Reino, a la que estaba llamado a participar.

La misión o trabajo apostólico debía realizarse en íntima unión con Jesús. Al igual que la obra salvífica de Jesús sin la unión con el Padre hubiera sido inútil, la vida de apostolado necesita una gran dosis de oración y contemplación que la mantengan en contacto viviente y constante con Aquel que es la fuente de la misión. Sabía que, si sus Misioneros querían que Cristo trabajara por medio de sus manos, ellos debían tenerle a El delante de su vista y en sus corazones por medio de la oración. “Lo que pudo haber sido una preocupación exclusivamente humana, lo convirtió en misión, porque lo vio como una vocación, el dejar que Cristo amara a través de su corazón humano y trabajar y vivir y orar, para que todos pudieran ver cómo Dios amó al mundo”.17J. Cuskelly, op. cit., pág 138. Tenía la convicción de que todo amor por Cristo debe conducir a un interés por la humanidad, y todo interés cristiano hacia los hombres, nos acercará a Cristo.

El deseo de entrega a la humanidad, tuvo en el P. Chevalier una tendencia y preferencia hacia lo que entonces se llamaba con el término de “misiones”, que era el campo de apostolado en países lejanos y en donde la evangelización apenas se conocía.

Por eso, el 1 de septiembre de 1881 fue un día histórico y significativo para la vida de la Congregación. Fue el día de la primera salida de un grupo de misioneros hacia “tierra de infieles”. Por la tarde partieron hacia los mares del sur, hacia la misión de Melanesia y Micronesia, hacia Nueva Guinea sobre todo, por encargo del Papa León XIII.18Cf. J. Cuskelly, op.cit., pág 101.

“Este fue el comienzo de muchas páginas gloriosas de nuestra historia misional, de viajes difíciles, de sufrimientos y sacrificios, de hombres que murieron muy prematuramente por la fiebre y los efectos de la pobreza. El esfuerzo abnegado de la larga lista de hombres que navegaron hacia los mares de Australia desde Europa, tuvo como efecto la edificación de la Iglesia en muchos países: Papa Nueva Guinea, las Islas Gilbert, Indonesia y Filipinas”.19J. Cuskelly, op.cit., pág. 101.

7. “¿Espiritualidad del Corazón” o “Espiritualidad Evangélica?”

Es una pregunta que tenemos que hacernos para responder a los retos que tiene hoy planteados la Iglesia, el mundo y, por consiguiente, nosotros. El lenguaje es importante para poder entendernos, comunicar el mensaje que deseamos y que sea recibido correctamente. Un lenguaje, alejado de la realidad, lo hace incomprensible.

En primer lugar, preguntémonos qué es la espiritualidad cristiana. Podíamos definirla como la vida según el espíritu de Jesucristo. Es decir, una forma de vida que se deja guiar por el Espíritu que vivió y movió a Jesucristo20Cr. José Ma. Castillo, Espiritualidad para insatisfechos, Ed. Trotta, Madrid 2007, pág. 19-20.. Ahora bien, la gran riqueza de Jesucristo nosotros no podemos manifestarla en una sola expresión o actitud, por eso vemos distintas espiritualidades que caracterizan a las diferentes Congregaciones o Grupos Apostólicos, como el cuidado de los enfermos, la enseñanza, las distintas obras de caridad, pastoral parroquial, etc.

En otras palabras, como decía H.U. von Balthasar, “implica una actitud básica, práctica y existencial, propia del hombre, consecuencia de su visión religiosa21Cf. J. M. Castillo, op. cit, pág. 20.. Es decir, una forma de vida y de comportamiento, expresión de su visión religiosa. Y esta forma de vida y comportamiento no puede ser otra que el Evangelio. Por eso, toda espiritualidad ha de girar en torno al protagonista del Evangelio, Jesucristo.

Por consiguiente, la Espiritualidad del Corazón no consiste en prácticas devocionales, ritos y un lenguaje rebuscado que no es evangélico, sino en manifestar con la vida el amor, la misericordia y la compasión que tuvo Jesús, especialmente con las personas más necesitadas y marginadas.

Esto indican las palabras del Papa Francisco a los Capitulares en al año 1917:

“En escucha de lo que el Espíritu hoy dice a su Iglesia y abiertos a las preguntas de la humanidad, vosotros sabréis sacar de la fuente genuina e inextinguible del carisma nuevo impulso, elecciones valientes, expresiones creativas de la misión que os ha sido confiada. Precisamente las cambiantes condiciones del mundo actual respecto al pasado, y las nuevas instancias del compromiso de evangelización de la Iglesia, son las condiciones que requieren y hacen posible nuevos modos de ofrecer el “buen vino” del Evangelio para donar alegría y esperanza a muchos”.

“Si la inspiración originaria del fundador fue la de difundir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, hoy vosotros la comprendéis y la actualizáis expresándola en una variedad de obras y de acciones que testimonian el amor tierno y misericordioso de Jesús hacia todos, especialmente hacia esas porciones de humanidad más necesitadas. Para poder hacerlo, os invito —como he recordado a menudo a las personas consagradas— a “volver al primer y único amor”, a tener fija la mirada en el Señor Jesucristo para aprender de Él y amar con corazón humano, a buscar y cuidar de las ovejas perdidas y heridas, a trabajar por la justicia y la solidaridad con los débiles y los pobres, a dar esperanza y dignidad a los desheredados, a ir allá donde haya un ser humano que espera ser acogido y ayudado. Mostrar en vuestra persona y con vuestras obras el amor apasionado y tierno de Dios por los pequeños, los últimos, los indefensos, los descartados de la tierra”.

Estas palabras del Papa, ponen en su lugar y actualizan lo que tiene que caracterizar la Espiritualidad del Corazón, y una llamada de atención para actualizarla. El lenguaje es fundamental para comunicarnos y tenemos que usar palabras y conceptos que no necesiten explicación para poder entenderlos y que a primera vista nos indiquen qué tenemos que hacer y cómo.

Conclusión

Estamos ante dos acontecimientos importantes:

1º) El Sínodo de la Sinodalidad, que ya celebró la primera parte el pasado mes de octubre, y que tiene por tema: “Por una Iglesia sinodal: Comunión, Participación y Misión”. Ha terminado prácticamente sin ninguna conclusión relevante y todo se remite para la segunda parte en octubre de 2024. Pero el reto está lanzado y a todos se nos pide ser “sinodales”, es decir, a aprender a caminar juntos rescindiendo de los gustos personales y buscando la unidad en la diversidad.

Por supuesto, el Sínodo de la Sinodalidad, tiene muchas facetas y un rico contenido, que quizá ha pasado desapercibido en la primera parte. Pero hay un aspecto que conviene no olvidar cuando se trata de comunidades o grupos religiosos, el clericalismo, al que tantas veces alude y condena el Papa Francisco. Al inicio de esta 18 Congregación General del Sínodo (25.10.23), hizo una intervención en la que indicó que “el clericalismo que es un látigo, es un azote, es una forma de mundanidad que ensucia y daña el rostro de la esposa del Señor; esclaviza al santo pueblo fiel de Dios”. El Papa también relaciona la mundanidad espiritual con el clericalismo, querer mostrarse como “superiores, privilegiados, colocados “en alto” y por tanto separados por el resto del Pueblo santo de Dios”. Ante ello muestra la necesidad de “mirar a Jesús, a la compasión con la que Él ve nuestra humanidad herida, a la gratuidad con la que ha ofrecido su vida por nosotros en la cruz”. Llama a permanecer vigilantes hacia el clericalismo y a rezar unos por los otros, para que Dios “nos ayude a no caer, en la vida personal como en la acción pastoral, en esa apariencia religiosa llena de tantas cosas, pero vacía de Dios, para no ser funcionarios del sagrado, sino apasionados anunciadores del Evangelio”. 22A los sacerdotes de Roma, 05.08.23.

Comentando estas palabras del Papa, dice A. Aradillas: “El clericalismo es antiIglesia. Es su desfiguración absoluta, completa y total. Contraposición y denigrante exposición e interpretación del contenido de la verdadera Iglesia ideada y testimoniada por Jesús en el Evangelio. Y el clericalismo además se hizo y hace presente en todos los estamentos, y a los mismos pretende tornarlos en santos, piadosos y canonizables, sin escatimar procedimientos divinos y humanos, todos ellos encharcados de hipocresías lacerantes e inmundas”.23A. Aradillas, El grave pecado del clericalismo se acuna y mece en los seminarios, 02.11.23. Internet.

La única salida que tiene este “pecado”, del que apenas se tiene conciencia, es el diálogo, compartir, saber escuchar humana y sinceramente, no oír; atender, comunicarse; como decía Jesús, no considerarse primeros.

2º) En el año 2025, está previsto la celebración de un Jubileo que tiene como lema Peregrinos de la Esperanza”. En la carta que escribió el Papa Francisco a Mons. Rino Fisichella, Presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, después de recordar la pandemia que ha afectado y desconcertado al mundo entero y cambiado el estilo de vida, dice: “El próximo Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos percibimos como urgente. Por esta razón elegí el tema “Peregrinos de la esperanza”. Todo esto será posible si somos capaces de recuperar el sentido de la fraternidad universal, si no cerramos los ojos ante la tragedia de la pobreza galopante que impide a millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños vivir de manera humanamente digna…

Sintiéndonos todos peregrinos en la tierra en la que el Señor nos ha puesto para que la cultivemos y cuidemos (cf. Gn 2,15), no descuidemos a lo largo del camino, la contemplación de la belleza de la creación y el cuidado de nuestra casa común”. (11 febrero 2022).

Los hechos que estamos viviendo estos días con la guerra de Palestina, que se ha convertido en un verdadero genocidio, no obligan a vivir de tal manera que en nuestra forma de ser y actuar manifestemos que hay esperanza para hacer posible la paz y fraternidad que Jesús nos dejó, y que ya el profeta Malaquías recordaba al pueblo de Dios: “Acaso no tenemos todos un mismo Padre” ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué, pues, nos traicionamos entre hermanos, profanando así la alianza de nuestros padres?” (Mal 2,10).

Ante estos dos acontecimientos eclesiales, podemos preguntarnos: ¿Cómo puede ayudar nuestro carisma y el recuerdo actualizado de nuestro Fundador, el P. Julio Chevalier, a:

1º) Hacer posible una Iglesia de Comunión, Participación y Misión, dialogante y participativa?

2º) Hacer presente la esperanza en un mundo y una sociedad que la ha perdido y en la que por todas partes aparecen signos de desesperanza, desaliento y frustración?

En su tiempo, la devoción al Sagrado Corazón, logró orientar y ayudar a la Iglesia a superar las dificultades ante las revoluciones por el orden nuevo que intentaba hacerse presente y de esta manera, dio esperanza a la Iglesia.

¿Cómo presentar hoy al P. Julio Chevalier y hablar del Corazón de Jesús, en medio de los problemas que vivimos, hacer realidad el objetivo del Sínodo y ser animadores de la esperanza en la Iglesia y en nuestro pueblo?

Teniendo en cuenta, lo dicho en las páginas anteriores, podemos concluir diciendo que la devoción al Sagrado Corazón, para el P. Chevalier era algo secundario, un medio. El centro, lo fundamental, era Jesús de Nazaret como le presentan los

Evangelios y con quien tenemos que identificarnos para hacer realidad sus actitudes de amor y entrega a los más desfavorecidos y marginados de la sociedad.

Podríamos preguntarnos entonces, ¿cuál es la característica que tenemos como MSC? A mi entender, sólo cabe una respuesta: Jesús de Nazaret considerado como la persona compasiva por todos aquellos que la sociedad margina y rechaza, y por su cuidado y amor por la casa común. Las Congregaciones Religiosas suelen tener una forma particular de acercarse a Jesús: cuidado de los enfermos, la enseñanza, la pastoral, los migrantes, etc. Lo característico nuestro es la persona de Jesús en cuanto entregado a aliviar los males y dolores que afligen a la sociedad en este momento concreto.

Las siguientes palabras, pueden ayudarnos a comprender mejor y realizar lo que acabo de decir: “Corresponde ahora precisar la forma en que se presenta la persona de Jesús hoy. Para ello, teniendo en cuenta lo ya mencionada en el texto sagrado, debe observarse que la única forma de presentar a una persona que físicamente no está —No le podemos decir a alguien: “¡Mire! ¡Ese es Jesús!” como lo podemos hacer con un amigo en términos comunes— es a partir del testimonio, de la muestra de nuestra propia relación con el Señor y la transformación que gracias a ella se ha dado en nosotros mismos” (Andrés Julián Herrera, 02.11.23).

La única forma de presentar a Jesús como persona hoy es a partir de nuestra propia encarnación de su mensaje (Gal 2,20), encarnar el mensaje de la misericordia, ser misericordiosos como el Padre (Lc 6,36), llevar a Jesús que es la buena nueva. Ese es el llamado, esa es la forma de hacer la propuesta del Evangelio, la propuesta que se hace viva en quienes optan por Él” 24Fray Andrés Julián Herrera, La Buena Nueva como propuesta viva, Internet 02.11.23..

Preguntas

  1. ¿Cómo entendió y expresó el P. Chevalier su pasión por Jesucristo?
  2. ¿Qué animó la vida y el espíritu apostólico del P. Chevalier?
  3. ¿Qué inspiró y mantuvo el ideal de “misión” que imprimió a las Congregaciones por él fundadas?
  4. ¿Cuáles son los “males de nuestro tiempo” que debemos atender animados por el espíritu del P. Chevalier? ¿Cómo?
  5. ¿Cómo responder a los principales acontecimientos que en este momento concreto se plantea la Iglesia?
  6. ¿Cómo presentar hoy la persona de Jesús como MSC?

Notas a pie de página

  • 1
    Los datos de la historia de Francia, han sido tomados de diversos artículos de internet.
  • 2
    Cf. Diego Serrano Redonnet, El liberalismo católico en Francia en el S. XIX y sus desafíos, internet 14.11.12.
  • 3
    Ángelus, 9 junio 2013.
  • 4
    Oración del Padre Pedro Arrupe SJ, Roma, enero 18 de 1979.
  • 5
    Julio Chevalier. Un hombre con una misión. Ed. Acervo, Barcelona 1975, pág.113.
  • 6
    Citado en Florilegio Chevalier. Misioneros del Sdo. Corazón. España, 1994, pág. 88.
  • 7
    Octubre 2023.
  • 8
    El Carisma de Julio Chevalier y la Identidad de la Familia Chevalier, Santo Domingo, República Dominicana, 2012, pág. 43.
  • 9
    P. Hans Kwakman, op. cit. pág. 39.
  • 10
    ibd., pág 147.
  • 11
    Cuskelly, op.cit., 126.
  • 12
    H. Kwakman, op.cit., 75.
  • 13
    20-23 septiembre 2023.
  • 14
    Florilegio Chevalier, op.cit., pág 214.
  • 15
    Florilegio, op.cit., pág. 88.
  • 16
    Cf. J. Cuskelly, op.cit., pág. 125-127; Florilegio, pág. 292.
  • 17
    J. Cuskelly, op. cit., pág 138.
  • 18
    Cf. J. Cuskelly, op.cit., pág 101.
  • 19
    J. Cuskelly, op.cit., pág. 101.
  • 20
    Cr. José Ma. Castillo, Espiritualidad para insatisfechos, Ed. Trotta, Madrid 2007, pág. 19-20.
  • 21
    Cf. J. M. Castillo, op. cit, pág. 20.
  • 22
    A los sacerdotes de Roma, 05.08.23.
  • 23
    A. Aradillas, El grave pecado del clericalismo se acuna y mece en los seminarios, 02.11.23. Internet.
  • 24
    Fray Andrés Julián Herrera, La Buena Nueva como propuesta viva, Internet 02.11.23.